Mi padre , en cuanto a educación sexual de sus hijos fue un desastre. Con toda su buena voluntad, pero un desastre.
Sólo una vez tuvimos una especie de charleta sobre el tema. La verdad es que llegó tarde. Yo ya estaba maleado , y muy confuso y turbio en el tema. Impregnado de una suciedad moral, algo atormentada . Un cura, el padre Lucia, director espiritual de mi curso, me explicó en una salita del colegio de donde venían los niños.
Uno era tan ingenuo, estaba tan pez, que aquello me pareció una guarrada. Salí convencido de que los padres se orinaban dentro de las madres. No le veía la gracia a eso que, insistía el cura, " da mucho gustito. Y ese placer lo ha puesto Dios ".
Y yo pensaba " ¡pues, jodo!".
Ese cura parecía escapado de un naufragio, como muchos de aquellos años de posguerra.
Mi padre, aquella tarde, cogió un bolígrafo Bic, le quitó el tape, y se puso el hombre , muy nervioso y azorado, a meter y sacar el tape del boli. Pim pam, pim pam, mientras intentaba explicarme la parábola del metesaca.
No me enteré de nada.
Pero donde mi padre era un artista , pero de verdad, era explayándose en qué era una mujer. Porque mi padre era un romántico. Un poeta. Un caballero andante. Y se sentía así. Escucharle era maravilloso.
Reconozco que ese tipo de educación me pudo hacer daño, que parte de mi inmadurez sexual se debe a esa forma de entender a las mujeres, muy poco realista. Me costó mucho asimilar lo femenino. Y aún creo que no acabo de captarlas. Tengo la impresión que que son ellas las que han hecho conmigo lo que han querido.
Para mi padre una mujer era algo sagrado. La mujer que ames será la madre de tus hijos, y así las has de tratar. Con respeto. Mi padre cuando se refería a las mujeres siempre hablaba de respeto gordo. Y las asociaba a la maternidad. La mujer era delicada como una florecica. Como un pétalo de rosa.
Era fascinantte escucharle. Y , además, a mi me gustaba esa manera de verlas, y así me las soñaba desde bien crío. Mis fantasías de amor - no las sexuales, porque yo distinguí siempre unas de otras- eran de héroes que morían por su chica, o de perdedores anónimos que lo daban todo por una chica que nunca supo de ese amor. Mis guiones afectivos eran muy melodramáticos.
Mi padre decía, y lo ponía en práctica con mi madre, que una mujer tenía que sentirse encantada junto a uno , tratada como una reina, respetada y protegida. Mi padre era uno de esos hombres , escasísimos , a los que las mujeres les gustaban de verdad. Era de un trato fino, elegante.
A mi padre - casi me avergüenza escribir esto sabiendo lo lejos que estoy de ese hombre- no le vi jamás una mala mirada, un guiño, una provocación, un gesto de seductor, un chiste fuera de tono, una obscenidad, o una grosería.
A mi padre , sin embargo, no le gustaban las zalamerías, que el llamaba " mariconadas", o " cosas del Corte Inglés". No era de ir del brazo con mi madre por la calle. No creía en la autenticidad de esas manifestaciones. No cogía del codo a su mujer, ni a sus hijas, para ayudar a subir las escaleras. Tampoco daba la vuelta al coche para abrir la puerta de su señora. Gilipolleces, las justas. Mi padre no trataba a su mujer, ni a sus hijas, como si estuviesen inválidas, o fuesen de porcelana.
Es posible , lo sé, que esa forma de formarme hiciese de mi un alguien bastante atormentado y que tuviese consecuencias bastante dramáticas en mi vida.
Tuve suerte. Ellas , las mujeres que se cruzaron en mi vida , sí veían mis taras, y no les importó.
Veo que ayer decías de un amigo de los viejos tiempos que "ahora está en la base, pero acolchada". Qué quieres decir con esta metáfora? Parece que suena muy bien, pero en qué sentido...
ResponderEliminarQue ya no manda, pero pisa moqueta.
EliminarA eso en mi pueblo se le llama la cuadratura del círculo.
ResponderEliminarTà bien la idea
EliminarY de tu otro paisano JG, también guapísimo, ¿qué hay?
EliminarTú eres mujer...mi paisano, buena persona, y allí está. Sobreviviendo.
EliminarMe pregunto cómo recibirían ellos esa educación sexual de sus padres, de nuestros abuelos.
ResponderEliminar¿La recibían?
EliminarMi madre me insistía: no pretendas jamás entender a las mujeres, simplemente hay que aceptarlas.
ResponderEliminarSabio consejo.
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