Hace unos días tuve una conversación con una señora mayor, unos 75 años, o más. Era pizpireta, presumida, coqueta. En su día , como dejó caer en un momento de la charla , fue la mujer más bonita de la ciudad. Es viuda de uno de los empresarios que había hecho mucho dinero en el sector del mueble. Aún le quedan restos de la que fue.
Nos cruzamos en una calle de la Estrada, y nos saludamos. Ella me había reconocido de la Cruz Roja, un día que fui a cantar. Estaba sentada en una terraza con unas amigas. Me invitaron a que las acompañase. Esta mujer es de esas que de desde bien niña estaba convencida de ser la más bella entre las bellas, la más inteligente, segura de manejar a los demás a su antojo y de conseguir cuanto se propusiera , se comportaba siempre como una princesa:
- Lady Di decía que en los eventos a los que asistía nadie tenía en cuenta donde debía una hacer pipí.
Carmelita, que así se llama, se consideraba eso, una princesa. Era la Lady Di de A Estrada.
Es de esas que de pequeña se pintarrajeaba y se daba aires con un abanico, negaba la mano risueña a múltiples enamorados imaginarios que la acosaban y demandaban la merced de un baile, indicándoles con gesto cuco que no quedaba hueco para nadie, y allí los dejaba muertos de amor y desesperación. En sus fantasías casi todos se metían curas o se suicidaban.
Carmelita vivía, como tantas mujeres que uno ha conocido, en una nebulosa romanticona y algo boba.
En esa conversación, no sé cómo, pero seguro que no de modo casual, porque este tipo de señoras no da puntada sin hilo, llevó la conversación a cómo estaban las cacatúas. Y ella, levantándose la falda , mostró las piernas y aseguró que no tenían nada que envidiar a las de las quinceañeras, y se vanaglorió de poder tirar aún unos cuantos tiros, si ella quisiera.
- Lo que sucede es que los hombres de mi edad son todos unos dejados, que van a lo que van. Ya no hay caballeros. El último con el que fui a la playa me dijo que iba con gafas de sol para mirar las tetas de las chicas y nadie le dijese nada. Y, claro, como podéis imaginar , lo dejé.
Todas rieron desbocadas. Y yo puse esa cara que alguna vez escribí aquí , que domino de mis años de numerario. Es una cara como de inocente, como de que " señora, no sé de qué me habla, yo vivo el celibato apostólico".
Con esa cara he escalado cimas muy altas.
Las amigas - seguramente muertas de envidia, y mintiendo como Sáncheces de medio pelo- argumentaban:
- ¡ Es que estás estupendas!, ¡ qué piernas!...¿y el cutis?, ¡si es que parece que no pasa el tiempo por ti!
"Ya sé quién paga este aperitivo", pensé.
Las piernas de Carmelita, vamos a decirlo todo, tenían unas varices que parecían los gusanos de Dune. Su nombre científico es Geonemolodium arraknis,
He conocido muchas Carmelitas. En Viaró estaba petado de ellas. Señoras bien que ya en su niñez se soñaban el mundo de princesa y apuestos pretendientes.
Carmelita me recordaba una madre de éstas que siempre salían en los reportajes del colegio, al lado de su marido - eminente arquitecto engominado -, las fotos enmarcadas en plata y el pañito de ganchillo, y sus hijos. Era el ejemplo de hogar luminoso y alegre. Muy luminoso. Muy alegre.
Yo frecuentaba mucho esa casa cuando los años de Herzegovino. Era un chaletaco guapo, con su jardín, y su cositas. Y la madre, una Carmelita, pero en piadoso, nos recibía , rubia, ojos azules, esplendorosa. Y su niña correteaba coqueta y divertida. La niña tendría cinco o seis años. La madre, vestía a la niña cursi fashion, de blanco y como muy ibicenca , nos atendía primorosamente.
A mi me divertía jugar con la niña, y cuando se acercaba a mi le susurraba al oído " puta!".
La niña se iba llorando a su madre. Y, como eso de decir " puta" es pecado, me acusaba diciendo " ¡mamá, me ha llamado pu...y lo que sigue!".
La madre me miraba con gesto severo mientras consolaba a la niña. Y yo la miraba a su vez poniendo esa cara de " pero, señora, por favor, como voy a decir eso a una niña tan inocente...¡ si vivo el celibato apostólico!"
- Seguro que lo has entendido mal.
Y la niña me miraba y yo vocalizaba sin hablar en voz alta, con los labios decía: PU TA.
¡Y otra vez a llorar!
Todos fuimos los más guapos, los más fuertes, los más altos. Todos somos carmencitos o carmelitos o como quiera que se llame la cacatúa.
ResponderEliminarCasi todos.
EliminarYo sí.
Pues a mí me hacían llevar ropa de segunda mano y parecía María Jesús Montero
ResponderEliminar¿ Eso es bueno o malo?
EliminarBueno, yo con el pasamontañas, el pantaca de pana con rodilleras y dobladillo sacado un año más tras otro estirón, tampoco estaba mal.
ResponderEliminarEso ya es otra cosa.
Eliminarhttps://es.ara.cat/misc/guia-espiritual-ataba-chicos-medio-desnudos-bridas-redimirlos_1_4833659.amp.html
ResponderEliminar¡Pesadico se pone usted con lo de Valldoreix!
EliminarLa verdad es que suena todo un poco a chungada y a rollo de "hace diez años me pasaron cosas muy raras "....¡Bridas!, "¡medio desnudos!"....anda ya.
Ya basta, coño, Te puedes meter este tipo de noticias por el mísmísimo culo.
¿Por qué no va usted con este cuento a otras páginas , seguro que le bailan el agua.
No me parece gracioso ni de buena persona llamarle Puta a una niña de 6 años.
ResponderEliminarYo no he dicho que sea gracioso..
ResponderEliminarHe escrito que me divertía.
Soy bastante macarra. Eso sí es verdad