sábado, 11 de marzo de 2023

MIRANDO EL CULO QUE PASABA POR ALLÍ.

La vergüenza, ése sentimiento que tanto hace sufrir.


Yo nací tímido, palabra que está unida a "temor". Ya sé que nadie cree que uno sea tímido, incluso vergonzoso. Pues sí, aún me pongo colorado cuando soy cogido en falta. Otra cosa es que con los años y el oficio de vivir uno coge callo.

La vergüenza depende del juicio ajeno, el miedo a ser mal visto o mal mirado. El que “no me saquen cantares”, que es como se educa aún en ciertas sociedades provincianas. Estoy pensando en un Valladolid donde esta frase es moneda corriente.

Hay tres ideas espejo que nos marcan : la que tenemos de nosotros mismos, la que queremos que los demás tengan de nosotros mismos, y la que de verdad tienen los demás de nosotros. En Peñalba, un colegio donde trabajé , estas tres ideas llevaban de culo a muchos profesores. Era un corral de gente que estaban constantemente midiéndose. 

El juicio de los demás nos afecta, y el que diga lo contrario no se conoce. Incluso esos que dicen “ a mi me importa nada lo que piensen de mi”  terminan viviendo con gente “que no les importa nada lo que piensen de ellos”, y de este modo se uniforman en otra tribu. Vestirán distinto, hablarán distinto, romperán moldes, pero como todos los distintos se agrupan, allí el distinto está muy lejos: son todos iguales.

Cuando era del opus dei, un mundo muy uniformado por las normas y costumbres  el diferente sólo lo era por sus "rarezas", poco más.  

Nos educan para ser vergonzosos, para que no nos equivoquemos, para que no llamemos la atención, para no dar el cante. Así es muy difícil no pasar por temporadas de vergüenza, de timidez, que algunos mantienen hasta la muerte. Que se mueren de vergüenza, vamos. Nos educan en la inseguridad para que seamos seguros.

Y muchos aprendimos a mentir de bien pequeños para no pasar vergüenzas.

Admiro a esas personas que no se cortan un pelo estén donde estén. Por ejemplo, esas señoras que cantan a grito pelao y a pecho descubierto en misa, desafinando como urracas. ¿Por qué no las excomulgan?

La historia de la vergüenza es la historia de las apariencias, de las miradas de los demás. Y, quizás, de personas que el último segundo de sus vidas se arrepentirán más de lo que no han hecho.

De todas formas, hay que andarse con ojo con esto de "arrepentirse de lo que no has hecho". Una vez, llevado precisamente por el rebufo de esa frase , en una sacristía del oratorio de un colegio , le di un beso en los labios a una mujer. Estábamos hablando de la primera comunión del hijo. Pensé, " te vas a arrepentir toda tu vida  de estar a solas con esta maravilla y no darle un beso". Y se lo di.   No dijo nada. Se puso muy colorada. Y nos fuimos cada uno por su lado.

Por la tarde me llamó:

- ¿ Por qué lo has hecho? -me preguntó, sin especificar más.

- Pues porque sí. No sé por qué, la verdad.

Y me metí en un lío morrocotudo. Lío afectivo. Me avergüenza. Debí devolver a su pecera a ese pececillo que no tenía ningún sentido pescar.

O sea, nada de arrepentirse de lo que no has hecho.

Algun@  pensará  " pues vaya timidez la tuya, colega". Pues sí. Porque hay un tipo de tímido que cuando se tira de la moto, no hay quien lo pare. 

A mi me costó Dios y ayuda regresar de comulgar, cuando la fila para recibir la comunión era enorme, porque me sentía mirado por todo el templo imperio. Me creía no sólo que todos me observaban, sino que me juzgaban. Y volvía a mi banco tropezando, moviendo las manos como un chimpancé, cabizbajo y despeluchado.

Los tímidos, a los catorce y quince años, nos poníamos en el último banco de la iglesia a pillar algún culo que andaba por allí despistado.

La vergüenza también tiene que ver con sexualidades inmaduras, de las que te sudan la manos.

No sé. A mi sostener la mirada me costó mucho tiempo. La gente que me miraba fijamente me daba cosa. Por lo visto eso les pasa a muchos animales, y dicen que hay mariposas que ostentan en las alas manchas que parecen ojos para ahuyentar a sus enemigos.

Pues a mi me pasaba eso con las mujeres: que me parecían todo ojos y me azoraba.

La timidez...quizás por eso me gusta tanto la niebla para pasear. Niebla densa, espesa, algodonosa. Y es porque en la niebla parece que desapareces, es el eterno deseo de no ser visto e ir a tu bola, aislado de todo.

Después, con los años, ya coges morro y cierta profesionalidad. Pareces un caradura, pero no, si alguien me siguiera se encontraría un chaval en el último banco de la iglesia (otra posición “para no ser visto”) mirando algún culo que pasara por allí.





2 comentarios:

  1. Sobre el tema de la vergüenza, quiero sacar a colación el término alipori, que es sentir vergüenza ajena. Lo curioso de este término es que, parece ser, sólo lo sentimos españoles y los japoneses. No es una coincidencia casual, ambas sociedades han tenido un concepto del honor y de los comportamientos honorables muy particular. En España tuvimos el Siglo de Oro donde el honor era tema central y quedó plasmado en sus obras de teatro , creo que con los años se ha ido perdiendo ; en cambio los japoneses todavía mantienen el esta interpretación tan , como digo, particular del honor. Saludos.

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  2. Muchas gracias...buen comentario

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