domingo, 26 de marzo de 2023

RODEADOS DE TRAMPOSOS.

Cuanto más tiempo vivo más convencido estoy de que existen personas desaparecidas hace muchos años cuya presencia en nuestro entorno se vuelve materialmente real a través de su obra. A veces, esa figura permanece  tan viva como nosotros mismos.


Es una presencia que no actúa sólo como recuerdo biográfico, como puede ser una padre, una madre, alguien que amamos y murió , sino que nos introduce en lo mejor de su vida. Eso origina impresiones y emociones tangibles, capaces de modificar aspectos de nuestra propia existencia.


Estoy leyendo el libro de Benedicto XVI sobre Jesús de Nazaret, y ese hombre no ha muerto del todo. Leyendo parece que su dedo va señalando la línea que miro. Lo mismo me sucede  con la sinfonía nº 5 de Malher , que me sobrecoge y entiendo  muchas cosas.  O   escuchar "La paloma"  cantada por el orfeón donostiarra, y ver a mi padre llorando en silencio y a oscuras. 


Visto así,  la muerte adquiere para mi una realidad que me transciende.


Me obsesiona poder dejar a personas que nunca conoceré cosas tangibles de mi vida. ¿ Pero qué?. No tengo hijos. No he hecho nada que valga la pena recordar porque todo ha sido efímero y pasajero, como este blog, las canciones que alguien recuerde y que morirán con él, los amores que se esfumarán , la memoria que morirá en la última playa de los viejos que un día me conocieron de niños.


Ayer tomé un aperitivo con cinco antiguos alumnos y sus mujeres. Recordamos. Fueron unas horas maravillosas. El recuerdo es el único paraíso del que nunca seremos expulsados. Y  se acordaron de una canción que había olvidado. Al parecer la compuse para recitarla como definición de "¿ qué es una nación?...y  comentaron que con todo este asunto de los indepes catalanes y los lazis la cantaban en muchas reuniones haciendo coña con ella.


"Una nación es un grupo de personas, que tienen la misma lengua, las mismas costumbres...y que habitan en un mismo territorio"


Así se pasa a la historia. Manda cojones.


No morir del todo. Un eco más allá de la muerte, un eco que se desvanecerá en el  tiempo según la huella que deja cada persona.


Siguiendo esta senda me acuerdo de aquellos artistas que practicaron la arquitectura , la pintura, la escultura, la música, la escritura. Artes que nacen con un impulso  de permanecer. Pero al final, ¿quién  queda? Nadie lo sabe.  Cuántos  han trabajado para nada. Y , al revés, cuántos han desaparecido en el olvido y hoy nos estremece su obra ,  su belleza y su verdad. 


Conocí varios que dieron su vida y se dedicaron en cuerpo y alma sin descanso a dejar su labor.  Viví con virtuosos de la música, organistas de gran prestigio que interpretaban haciendo saltar lágrimas de emoción a los que le escuchaban , oradores que  ponían la carne de gallina. Traté un rapsoda que dedicó miles de horas a declamar, y era maravilloso verlo  enloquecido por su fiebre histriónica . Y sufrí a un zumbado que  dedicó su vida, su empeño, sus energías, a enrolar colegios enteros en espectáculos musicales. Y también traté a una madre de cantaba ópera. Y una chica que quiso bailar en el Royal Ballet de Londres. Y en Viaró he visto varios chavales perder su vida por  aspirar a un mundo que  sólo llegan los elegidos: golf, tenis, esquí.


Lo que tenga que quedar, quedará. Pero las disciplinas menos perdurables son precisamente esas , la danza, el canto, el teatro, el deporte. Dura lo que ves y lo que oyes. Y ya está. 


Es verdad que hoy existen grabaciones , pero no tienen nada que ver con el directo, la palpitación de una interpretación en vivo. La obra desaparece en el mismo instante en que surge, sólo queda el vago recuerdo irrepetible, que se evapora y se deforma. 


Conviví con un profesor que llegó a tener un gran prestigio. Publicó muchos libros , impartía unas conferencias maravillosas. La  gente compraba sus libros y  tenía una lengua tocada por los dioses. Era extraordinaria la gracia que tenía. Sin embargo, era sólo, y nada más, que vanidad.


En mi juventud ese ser ya despuntaba. Una vez fuimos juntos a atender una convivencia con chavales de catorce años. Al llegar la noche le pregunté en qué habitación quería dormir - eran dos habitaciones de muchas  literas- y  me contestó:


-  El pastor nunca duerme con el ganado. Te quedas tú, yo voy al Hostal  aquí al lado.


Muchas veces pienso que  en eso termina toda dedicación pretendidamente vocacional. Un artificio, mentira, camelo.


Hay un punto de Surco que siempre me pareció muy acertado. Ya sé, ya sé...pero Josemaría Escrivá también tenía sus cosas buenas. 


"Si se abandona la oración, primero se vive de las reservas espirituales..., y después, de la trampa".  Pues , visto lo que he visto, en esto de dejar huella, del arte, y de sus manifestaciones, salvo excepciones que nunca sabremos la razón de su misterio, tengo para mi que si se abandona la disciplina, se vive de las reservas ...y después, de la trampa.


Estamos rodeados de tramposos.









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