sábado, 4 de marzo de 2023

YO Y MI PECHO SOMOS UNO ( I )

Una de las actitudes más fascinantes, al menos para mi, es ver  las cosas más ridículas en personas  en las que  la fachada exterior era siempre de tipos seguros de sí mismos, echados palante, sin escrúpulos, en plan " yo y mi pecho somos uno"   y en el interior comprobar que estaban , como todos, llenos de  miserias humanas. No me acostumbro.


Conocí muy de cerca a un ser de condición trepadora, uno de esos tipos cuya lealtad era siempre en dirección vertical, sentido ascendente.  Era una persona decidida a hacer lo que fuese para escalar la cara norte en hielo. Por supuesto, el compañero de cordada en la ascensión es seguro que se precipitaría  al vacío de un certero pioletazo en su espalda. Porque éste que hablo no cae.


Lo traté mucho. Era persona sin reparos morales y una inteligencia práctica. Había en él algo artificial, postizo, envarado. Ocultaba  una tensión interior muy grande, que se manifestaba en un bruxismo atroz ( rechinaba los dientes cuando algo le contrariaba y sonaba " croc, cotocroc, croc").


Una tarde, tomando café, una señora paró en nuestra mesa y le dijo"


- ¿ Qué tal?...¿te acuerdas de mi?...


Le noté azorado.


- Sí, hombre, hicimos juntos en el hotel Tal el curso de Dale Carnegie de " Cómo ganar amigos e influir en las personas".


Y allí entendí. De voluntad de hierro , todo era fruto de practicar delante del espejo actitudes falsas de amistad, de sinceridades ficticias, de cordialidades que antes ensayaba , como el que torea de salón. 


En esos primeros años se presentó en el colegio a elecciones sindicales. Fue profesor a profesor pidiendo su voto. Se lo curró. Iba  de submarino de la dirección . 


Perdió.


De modo casual , entré en un despacho, y allí estaba nuestro hombre, llorando. Jipaba de un modo desconsolado. Un  hombre llorando impresiona mucho, al menos a mi. Le pregunté.


- No lo entiendo. Tenía la seguridad de que saldría elegido. Me habían confirmado su voto muchos profesores. 


Llorar por esa gilipollez ya no impresiona tanto. Parecía un niño pequeño, contrariado porque  le habían sentado en la mesa de los mayores y no entendía los chistes que allí se explicaban.


Si le llego a decir que no le voté , le da algo.


Pasaron  los años y este personaje ascendió como pedo de buzo hasta alcanzar la subdirección del colegio. ¡ Ahora pisaba moqueta! 


Mañana más.








No hay comentarios:

Publicar un comentario