De Lérida fui a parar a Tarragona, al colegio Turó.
Allí la mujer que tenía el poder no era la recepcionista, era la señora Roda. La gobernanta. Una señora de armas tomar. No hacía falta que dijese "¡oiga, usted a mi no me tose!" , llevaba en la mirada un Bisolvon Compositum . Viuda joven. Una de esas que el ministerio de Igualdad, si de verdad quisiera hacerse entender, debería de pasear y mostrar al mundo. En las películas del Oeste es la que va en el carromato disparando en los güevos a los indios , mientras lleva las riendas y da de mamar al hijo.
Iba siempre uniformada de bata blanca. Se daba un aire, al menos a mi me lo parecía, a Dorothy Michaels, el alter ego de Dustin Hoffman en Tootsie.
Era muy competente. Una mujer seria, de las que sabías que bromas, pocas. Una madraza. Recuerdo una conversación. Me comentó que su hijo llegó tarde una noche a casa y le dijo:
- La próxima vez que llegues tarde sin avisar, te cortaré las piernas. Te prefiero inválido que alcoholizado.
Oye, mano de santo.
Pero era muy buena mujer.
Yo creía que hablaba con uno porque había sintonía pero, qué va, lo hacía con todos los profesores. Nos tenía tomada la temperatura mercurial del carácter , nuestras fortalezas y debilidades. Analizaba muy bien quién era quién.
Le respeté. Y le quise. Turó era su vida. Todo el colegio, desde alumnos, padres, profesores, su personal.
Una gran mujer. Mi homenaje. A sus pies , señora.
Tampoco pude despedirme de ella. Ya se sabe, los gatos somos así.
miau
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