Durante dos años impartimos una catequesis en el barrio chino de Barcelona a crí@s de una Escuela pública de las Atarazanas. Fui con un sacerdote, era el rector de una iglesia , Montealegre, que estaba en el Raval. Don Kiko , que así se llamaba, era un cura sideral. Con él se rompió el molde. Un hombre original, con una chispa que incendiaba al que tocaba.
A Montealegre el obispado le había concedido la potestad de poder impartir catequesis en todas las escuelas y centros, y también celebrar el sacramento en su iglesia. A mi me lió porque me conocía de Zaragoza, y porque al ser director de Bauprés podía hacer y deshacer sin pedir permiso a nadie.
En la conversación con la directora de la Escuela , una persona mayor, descreída, de vuelta de muchas cosas, don Kiko le dijo que éramos del opus.
- Me da igual lo que seáis. Aquí todo el que venga a ayudar, masones , de izquierdas, de derechas, del opus, tienen cabida.
La experiencia fue maravillosa. Una aventura.
El primer año tuvimos una reunión con los padres para preparar la primera comunión.
Todos los viernes pasábamos los catequistas por las calles cercanas a Conde del Asalto, putiferio central del barrio chino, y nos cruzábamos con fulanas que hacían la calle y nos reclamaban por " quinientas y la cama".
Bastantes de las madres que asistieron a esa reunión eran esas prostitutas. Personas de aluvión, sobreras del ruedo del folleteo que jugaban en ligas a campo abierto. Venían vestidas de madres, no de farolillos. Me hacía gracia que reclamaban el mismo trato de las madres de Viaró:
- Uztedes exíganles muso, y que saprendan las preguntas del catecismo de pé a pá.
Las madres son madres en todos los sitios.
Don Kiko siempre actuaba igual. Entraba tocando la trompeta con los labios - bordaba el "Me va me va " de Julio Iglesias, y soltaba una encendida meditación muy divertida sobre la primera comunión.
Me voy de vareta. ¡ Vienen tantas anécdotas! La verdad es que fueron dos años que petamos la Escuela. Otro día diré cómo, a pesar de que la directora afirmó que no asistiría nadie, aquello se puso a reventar.
En aquella reunión sucedió una anécdota bien curiosa. Al terminar, una madre se acercó a don Kiko y a mi. Nos mostró una medalla de oro de la Virgen del Carmen que llevaba en una cadena colgada del cuello. Y dijo con un acento andaluz , muy acusado:
- Miren ustedes. Dos veces en mi vida no he tenido dinero para comer. Tengo dos hijos. Y las dos veces he cogido esta medalla, me he ido a la parroquia de aquí al lado - se refería a Santa Mónica - para pedirle a la Virgen . Me eché a la calle y me dirigí al único lugar donde creía que podía encontrar consuelo.
Se acercó temblorosa a los pies de la Señora. Se derrumbó de rodillas bañada en el llanto del que solo es capaz una madre que no tiene para comer. La sencilla mujer con un billete de la ONCE en sus manos , lo acababa de comprar , y con la mirada puesta en los ojos de su Madre , pronunció, a buen seguro, las palabras más emotivas de su vida:
- Señor, aquí no puedo confiar más que en ti. Si Tú quieres, haz que me toque este número. Si me toca volveré a recuperar la medalla.
Había empeñado la medalla.
La Virgen la escuchó. Tocó la ONCE, recuperó la medalla. Y eso le sucedió dos veces.
Así lo contó, y así lo escribo.
Muchas veces he pensado por qué esas cosas suceden , por qué el Señor se vuelve y dice " ¡ quién me ha tocado!".
Don Kiko me dijo " Dios no hace las cosas por nosotros somos buenos, sino porque Él es bueno".
Una vez me dejé convencer para hacer de catequista con el O.D. cuando yo no era más que un chaval de 16. Me pareció un tiempo perdido; enseñar a memorizar respuestas del catecismo, incomprensibles para mi mismo, a unos pobres niños que no entendían nada. Luego, pocos años después, fui del O.D., y muy poco tiempo después gracias a Dios me fui. Cinco años después de irme, gracias a Dios sin duda, aterrizé un verano en el Raval de barcelona para hacer de monitor en un comedor social; mi vida cambió. Nada fue igual que antes en todos los aspectos de mi existencia. Estuve cinco veranos seguidos en esas calles, y esos recuerdos, y lo que aprendí, representan algunos de los tesoros más grandes que tengo; porque básicamente fui a dar de comer, pero la realidad fue que "me llevaron" para aprender. Conocí, allí, también, otra forma de entender la supuesta misma fe que el O.D. profesaba; y entendí la historia que siempre contaba José Luís Martín Descalzo sobre el amor de su madre, los calcetines y los pies fríos. Ahora no sigo ninguna fe religiosa, pero continuo con la fe del Raval. Y a veces nos acercamos a sus calles y ravaleamos de nuevo. Esos olores me devuelven la vida, y sin saber como, lo entiendo todo.
ResponderEliminarDel Raval y del chino puedo hablar mucho. Estuve años atendiendo también de voluntario en la Basílica de la Merced.
ResponderEliminarNuestro voluntariado era muyyyy diferente . Te entiendo perfectamente.
Allí fui, fuimos, muy felices
Jopé! es que don Kiko era mucho "más" (tú ya me entiendes). Don Kiko, don Remigio A, don Juan Antonio... sacerdotes que dejan huella (cada uno a su manera, de acuerdo con su personalidad), que tanto bien sembraron. Conocí bastante a don Juan Antonio (un privilegio, una suerte), apenas conocí a don Kiko y a don Remigio (me hubiera gustado conocerles más). A don Kiko le perdí por completo la pista hace unos lustros, no había vuelto a oír de él hasta hoy. ¡Gracias por recordarlo!
ResponderEliminarDon Kiko tuvo un gravísimo accidente de tráfico y no volvió a ser el mismo.
ResponderEliminarUn gigante.
Después de todas las comeduras de coco, el catecismo de la primera comunión me trajo a casa: ¿Eres cristiano? Soy cristiano por la gracia de Dios. ¿Qué quiere decir cristiano? Cristiano quiere decir discípulo de Cristo… No he dejado que me embolicaran con más ideas, ni con más disquisicio, no necesito saber más. Vivo en paz.
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