Hace tres días desperté de una pesadilla . En ella me encontraba con una persona a la que hace más de veinte años hice muchísimo daño. Se había enterado que su mujer había sido infiel conmigo. En la pesadilla sólo se presentaba. No sucedió nada más.
Pero desperté muy inquieto. Durante la mañana curioseé en internet qué había sido de él. Había fallecido. En la esquela se nombraba a su mujer, sus hijos , sus nietos...me alivió saber que había despedido rodeado de la gente que quería.
Me sorprendió la coincidencia de mi sueño y su muerte.
Este hombre llegó a conocer la infidelidad de su mujer conmigo. Y me llamó- yo no vivía ya en aquella ciudad-, y quedamos. Y hablamos. Me dolió muchísimo aquella conversación. Estaba desquiciado. Pero estaba muy enamorado. Y tenía mucho miedo. Le mentí. No tenía ningún sentido que supiera la verdad.
En la despedida, cuando ya entraba en su coche, saco un punzón , me lo puso en la ingle y me dijo " ¡dime si os vais a ir a vivir juntos!" .
Le contesté que se quedase tranquilo. Que su mujer le quería. Que olvidara y perdonara. Me miró de un modo que pensé que ese era mi último día.
Se despidió diciendo que la próxima vez que me viese me mataría.
Ayer sufrí recordando. Y me confesé. Todo esto ya estaba olvidado y trasvasado en otra confesión anterior , hace años , pero sentía la necesidad de reparar. Creo en le comunión de los santos , y pienso que ahora sí podré volver a empezar con ese hombre.
En ocasiones me asalta un mal sabor , de sequedad y reparación , pensando en cosas que hice, que dije, durante mi vida pasada. No me refiero sólo a la doble vida, sino a modos de actuar que sabía que no estaban bien . No siempre me porté bien.
Y callé ante cosas que no debía haberme callado. Y en esos momentos, me veo con un pavoroso vacío espiritual. Hoy lo veo claro. Hay que proclamar la verdad aún a riesgo de que un criadillo te suelte una ustie y te diga " ¿ así hablas al Sumo Sacerdote? Pero no es el caso. No dije nada. No hubo criado que me diese un tortazo, porque no dije ni pío.
Yo era un hombre de una fe falsa. Un hijo de puta. Un figurín que carecía del valor de erguirme y de la humildad de arrodillarme. Estaba bebiendo de una fuente envenenada, que nacía de mi corazón, perdido para esa santidad.
Había que pedir perdón, decir la verdad, y volver a empezar. La gracia nos ronda constantemente.
La fotografía de la entrada es una enredadera que quedó en el aire al morir el árbol a la que estaba abrazada.